Dr. Pere Marqués Graells, 2000.
La denominada Sociedad de
Respecto a las competencias profesionales de la docencia, éstas han sufrido cambios a lo largo de la historia, siendo actualmente muy distintas. En este momento, los educadores abandonan su papel de simples transmisores de cultura y conocimientos para adoptar el de formar alumnos autónomos, críticos y constructores de sus propios aprendizajes, conocimientos y cultura. El rol del alumnado, por lo tanto, evoluciona también. De ser receptores de la información que los profesores facilitaban, a ser constructores activos de sus saberes.
Debido a que los docentes ya no son simplemente transmisores sino mediadores entre el conocimiento y los alumnos, algunas de sus funciones varían: Han de conocer perfectamente a su grupo-clase (grupal e individualmente) para detectar sus necesidades y planificar sus clases diseñándolas de tal forma que respondan a esas necesidades, seleccionando el material y recursos, dando pautas de trabajo al alumnado, proporcionarles ayuda mediante las tutorías, colaborar en investigaciones con sus alumnos así como en el centro educativo donde ejerce su profesión.
Los profesores deben seguir una metodología de trabajo colaborativa, de investigación y utilizar y compartir con otros colegas de profesión los recursos que puedan ser aprovechados por todos.
En lo referente al uso de las Tecnologías de
Para que estas capacidades del profesorado sean una realidad y no un ideal a conseguir, es precisa una formación que les capacite para tales fines. Esta formación, ha de ser proporcionada por el centro en el que trabaje el profesional y éste, ha de mostrar interés por reciclarse constantemente.
La tarea a la que nos referimos, puede resultar ardua en el caso de aquellos docentes que se muestran reticentes o tiene prejuicios respecto al uso de las TIC en el ámbito educativo. Esta actitud (que suele deberse a la falta de formación en este campo) provoca cierto rechazo o temor hacia las Nuevas Tecnologías, lo cual, puede generar conflictos entre profesionales a la hora de unificar criterios educativos, sobre todo, de tipo metodológico.
En lo referente a los modelos de formación del profesorado, es primordial el desarrollo de competencias para que un docente sea un magnífico profesional. En este aspecto juegan un papel principal los conocimientos sobre la materia que se imparte y las habilidades personales, porque de ello depende el éxito o fracaso de los alumnos.
No existen fórmulas mágicas para ser el profesional ideal, pero las características que el autor ofrece en este artículo, pueden servir como pautas muy válidas a tener en cuenta en la práctica docente.
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